martes, 26 de octubre de 2010

Cénsate a vos mismo!

En cualquier país del mundo donde el gobierno no tenga como principal actividad falsificar estadísticas, el censo resulta ser una herramienta fundamental al servicio del Estado, ya que permite obtener un conocimiento científico sobre la realidad en la que se propondrá incidir a través de sus políticas públicas. Si el censo se realizará correctamente y el gobierno asumiera la realidad de los datos aportados, podría calibrar su actividad de tal manera de aumentar la efectividad y eficiencia de su gestión, lo que se traduciría en un mejor uso de los recursos públicos aportados por el esfuerzo de sus ciudadanos, teniendo como contrapartida un mejor nivel y calidad de vida para todos.

Hasta aquí la teoría. Ahora pasemos a la realidad Argentina.

Esta realidad nos dice que qué más allá del trabajo de campo realizado por miles de laboriosos censistas, el resultado del censo será digitado para que los mismos resulten ser beneficiosos desde el punto de vista político para la mitómana pareja gobernante. Al igual que la inflación, la pobreza y demás índices dibujados, nadie en su sano juicio creerá que si los datos del censo resultarán ser adversos en el sentido indicado, veremos por cadena nacional a nuestra presidenta asumiendo las falencias de su gestión, aceptando al mismo tiempo que su gobierno y el de su marido no son los mejores de la historia (como humildemente suele decir) e inmediatamente poniendo manos a la obra para rectificar el rumbo y encausar los destinos de nuestro país para llegar a 2011 en mejores condiciones que las actuales. Ciencia ficción.

No obstante y más allá de esto, considero que nuestro deber de ciudadanos es participar. Y no solo eso, sino que también podemos aprovechar la circunstancia y sacar las cuestiones positivas inherentes a la actividad cívica que se llevará adelante. Se me ocurre entonces, que cuando estemos frente al censista no pensemos en el gobierno, ya que como vimos, no tiene sentido, al menos hasta después de 2011. Pensemos, entonces, en nosotros mismos. Aprovechemos esos minutos en los que el censista avanza con el cuestionario pregunta por pregunta y analicemos si estamos conformes con esa realidad que por medio de la encuesta se nos va representando en nuestras mentes. Luego, en el caso de encontrar algunos puntos que nos “hagan ruido” y una vez que el censista emprenda su camino hacia otro hogar, reflexionemos profundamente por el término de algunos minutos y tratemos de establecer las causas por las cuales no estamos conformes. Tratemos de determinar con la máxima autocritica posible que cosas hacemos y que cosas no para cambiar esa realidad que no nos gusta. Luego, asumidas nuestras responsabilidades, tratemos ahora de identificar qué cosas hace el gobierno para fomentar o impedir nuestro desempeño y crecimiento individual. Por último, con las conclusiones en la mano, celebremos el día del censo, ya que más allá de las seguras mentiras del gobierno, resultó ser sumamente productivo ya que nos proporcionó a cada uno de nosotros la información necesaria para optimizar nuestros esfuerzos con el fin de mejorar en aquellas cuestiones que dependen de nosotros, tanto en nuestra vida privada como próximamente en las urnas.

viernes, 22 de octubre de 2010

El amor, única fuerza que no pueden doblegar el odio, el resentimiento y el peor de los dictadores


1984 es una obra de George Orwell, en la cual describe una sociedad en la que el Estado ha triunfado sobre el individuo. Muchos quizás la conozcan, ya que según dicen, el famoso programa Gran Hermano tomó muchas ideas del libro, fundamentalmente aquel aspecto central referido al permanente monitoreo de las personas donde nada escapa al ojo de Gran Hermano. Por cierto, la situación descripta por el autor es muy diferente a la conocida en el programa televisivo, donde había lugar para fiestas, alegrías y diversiones de todo tipo. Contrariamente a esto, describe una sociedad miserable, donde no hay lugar para las individualidades y el ser humano es sometido a tal punto de convertirse simplemente en una máquina al servicio del Estado. Todo, absolutamente todo movimiento y expresión humana es captada y analizada por la “telepantalla” quien a través de distintos ministerios estatales se encargan de “borrar” (peor que matar) a quienes muestren signos de rebeldía o se animen a cuestionar mínimamente las ordenes del Partido.

A pesar de ser una novela, es un relato maravilloso para comprender el mundo al que llegaríamos si se apagaría en nosotros la llama de la libertad individual y dejáramos actuar libremente a cualquier inescrupuloso autoritario que se haga cargo del inmenso poder que puede obtenerse a través del Estado. Es que precisamente el autoritario es un enfermo que potencia su enfermedad ilimitadamente si dispone de un poder extraordinario, buscando demoler las instituciones y las individualidades que ponen freno a su desenfreno. Ese es su objetivo, y puede lograrlo si no existe una firme resistencia civil. A pesar de que puedo tomar ejemplo locales, se me ocurre mencionar a Corea del Norte como el caso más descriptivo y próximo al hipotético mundo descripto por Orwell.

Sin embargo, más allá del rico relato en el plano sociopolítico, lo que me interesa resaltar y compartir con ustedes es la historia de amor que protagonizan Winston y Julia en una sociedad donde, a excepción del odio y el resentimiento que son funcionales al partido, no pueden manifestarse sentimientos. Entre ellos, el más noble, el amor entre dos personas está severamente prohibido y solo se permiten uniones sexuales con el único fin de procrear y dar hijos al Estado. Es la historia de dos individuos que se revelan y resisten al inmenso poder de Gran Hermano, sabiendo que ponen en riesgo su vida, pero también sabiendo que en ese estado de cosas la vida humana no tiene valor y deja de tener sentido vivirla.

Elegí el siguiente fragmento de la obra, que llego a conmoverme y espero que a ustedes les pase algo parecido.

El siguiente diálogo se da en una oficina de un ministerio público, al que llegan Julia y Winston para entrevistarse con un alto funcionario del partido, O´Brien, al que lograron contactar y que al mismo tiempo forma parte de una organización secreta que resiste en la clandestinidad al partido. Como es un alto funcionario, puede apagar la telepantalla por unos minutos para hablar libremente. La intensión de Julia y Winston es unirse a la resistencia. Dice así:

- Y la conspiración…, la organización, ¿es autentica? ¿no es solo un invento de la Policía del Pensamiento? (Pregunta Winston a O´Brien)
- No, es una realidad. La llamamos la Hermandad. Nunca se sabe de la Hermandad, sino que existe y que uno pertenece a ella. Enseguida volveré a hablarte de ello. –Miró el reloj de pulsera-. Ni siquiera los miembros del Partido Interior deben mantener cerrada la telepantalla más de media hora. No debíais de haber venido juntos; tendréis que marcharos por separado. Tú camarada –le dijo a Julia-, te marcharas primero. Disponemos de unos veinte minutos. Comprenderéis que debo empezar por haceros algunas preguntas. En términos generarles, ¿Qué estáis dispuestos a hacer?

- Todo aquello de que seamos capaces – dijo Winston

O´Brien había ladeado un poco su silla hacia Winston de manera que casi le volvía la espalda a Julia, dando por cierto que Winston podía hablar a la vez por si y por ella. Empezó pestañeando un momento y luego inició sus preguntas con voz baja e inexpresiva, como si se tratara de una rutina, una especie de catecismo, la mayoría de cuyas respuestas le fueran ya conocidas.

- ¿Estáis dispuestos a cometer asesinatos?
- Sí.
- ¿Estáis dispuestos a dar vuestras vidas?
- Sí.
- ¿A cometer actos de sabotaje que pueden causar la muerte de centenares de personas inocentes?
- Sí.
- ¿A vender a vuestro país a las potencias extranjeras?
- Sí.
- ¿Estáis dispuestos a hacer trampas, a falsificar, a hacer chantaje, a corromper niños, a distribuir drogas, a fomentar la prostitución, a extender enfermedades venéreas…a hacer todo lo que pueda causar desmoralización y debilitar el poder del Partido?
- Sí.
- Si, por ejemplo, sirviera de algún modo a nuestros intereses arrojar ácido sulfúrico a la cara de un niño, ¿estarías dispuestos a hacerlo?
- Sí.
- ¿Estáis dispuestos a perder vuestra identidad y a vivir el resto de vuestras vidas como camareros, cargadores de puertos, etc?
- Sí.
- ¿Estáis dispuestos a suicidaros si os lo ordenamos y en el momento que lo ordenásemos?
- Sí.
- ¿Estáis dispuestos, los dos, a separaros y no volveros a ver nunca?
- No. –Interrumpió Julia.

A Winston le pareció que había pasado muchísimo tiempo ante de contestar. Durante algunos momentos creyó haber perdido el habla. Se le movía la lengua sin emitir sonidos, formando las primeras sílabas de una palabra y luego de otra. Hasta que lo dijo, no sabía que palabra iba a decir:
-No. –dijo por fin.

-Hacéis bien en decírmelo –repuso O´Brien-. Es necesario que lo conozcamos todo.

miércoles, 13 de octubre de 2010

¿Quién produjo el milagro de los mineros Chilenos?

Antes que nada: ¿Fue un milagro?

Pareciera haber consenso de que estamos frente a un milagro. Pero afirmar que fue un milagro es afirmar que Dios existe. Caso contario, seria suerte o cualquier otra cosa, menos un milagro. Por mi parte, no tengo problema en afirmar que fue un milagro. Creo en Dios, tengo FE en que existe y como si fuera poco, dudo, fundadamente, de la infalibilidad de una parte de la ciencia que pretende afirmar lo contrario (aunque no desmerezco sus logros y sus avances). Sin embargo, muchos de los que claramente e instintivamente afirman estar frente a un milagro, cuando la razón les gana un poco de espacio en sus corazones, comienzan a dudar acerca de la existencia de Dios y por ende, del milagro. Entonces, ¿con que nos quedamos: con los dictados de nuestro sentimiento primario, natural, intuitivo o con aquellos que nos dicta nuestra fría razón?

Hay una frase que se atribuye al gran Einstein y dice algo así: "Existen dos maneras de vivir: Puedes vivir como si nada es un milagro, o puedes vivir como si todo es un milagro."

jueves, 7 de octubre de 2010

Tienen el alma limada

Durante toda esta semana, la presidenta se dedico a escribir mensajitos por twitter. El tono y contenido de los mismos eran propios de un puntero político de bajo vuelo, más que el de una jefa de Estado que tiene la obligación de representarnos a todos, incluso a quienes no coincidimos con ella. Es su obligación representarnos y es nuestra obligación aceptar dicha representación aunque, como es mi caso, no esté de acuerdo con casi nada de lo que hace mi representante, la presidenta (he aquí la paradoja de la representación política). Debemos hacerlo porque suscribimos al sistema político denominado democracia representativa y que, por otro lado, estipula claramente nuestra Constitución Nacional, que dicho sea de paso, para los K es papel picado si no se ajusta a sus intereses de poder y enriquecimiento licito e ilícito.

Sin embargo, dicha representación requiere mínimamente por parte del representante, más aún si ocupa la primera magistratura, de una sensibilidad especial para captar aquellas cuestiones que preocupan a sus representados con el objetivo de ocuparse y buscar las mejores soluciones y cumplir con su obligación y rol de Estadista. Hay cuestiones de menor importancia, otras de mediana y otras fundamentales para los ciudadanos. La inseguridad que crece día a día en nuestro país pertenece a este último grupo. No es un invento de los medios, o una sensación de inseguridad como dijo un profesional de la mentira, Anibal Fernandez. Es una realidad, que puede constatarse viendo el horror sufrido por las 5 familias que esta semana vieron disminuir bruscamente sus integrantes producto de esa sensación que en el caso de ellos se volvió muy concreta. Una aclaración, en este punto coincido con el lenguaraz Anibalito: comparto que los medios tienen falencias en la comunicación. Aseguro que no fueron 5 muertes, fueron más. Quienes vivimos en La Matanza o en zonas postergadas de nuestro país, sabemos a ciencia cierta la cantidad de otras muertes que se suceden día a día producto de la inseguridad y que no llegan a captar la atención de los medios. Piensen lo siguiente: Imagínense que ocurriría, si como pretende este gobierno, los medios fueran todos dependientes del poder central…¡Cristina en el país de la maravillas!: mientras nos matan a todos y las noticias son una maravilla, los gobernantes se entretienen consumiendo el esfuerzo de nuestro trabajo y jugando a la revolución! ¿Les cierra?
Retomando el tema, la presidenta, nuestra representante, desde el calor y confort que le provocan los hoteles 6 estrellas de Alemania, se divierte mandando mensajitos impropios para su investidura, buscando generar confusión, odio y resentimiento en algunos de sus seguidores, sencillamente porque no le gustan los fallos de la Corte Suprema de Justicia que su esposo designó y que favorecen al grupo que hasta el 2008 era socio del gobierno de su marido. ¿Raro no?

No dijo nada de las muertes violentas de ciudadanos argentinos, ni un mensaje de condolencias y apoyo a los familiares. Tampoco dijo nada de implementar alguna política pública para frenar la inseguridad. Silencio de cementerio (al que fueron las victimas). Eso sí, hablo de Magnetto. Pregunto, ¿Qué importa Magnetto? Si es un delincuente, que lo justicia lo condene, a él y a sus socios, incluidos aquellos que le dieron licencias al grupo para ampliar el “monopolio” bajo el gobierno K, que hoy llamativamente cuestionan. Punto.
Ahora, Presidenta, con el debido respeto, hablemos de lo nuestro. Luego de casi 8 años de gobierno cuasi absolutista, es hora de que se ocupe y resuelva el problema de la inseguridad que se descontroló bajo su gobierno. Es su responsabilidad y obligación histórica. Es un tema que nos aflige como sociedad y nos obliga a vivir con miedo y que está destruyendo el tejido social argentino. También, le sugiero, tenga consideración por las víctimas, tiéndales una mano y diríjales unas palabras compasivas, aunque sea por twitter. No se lo pido desde una óptica cristiana, se lo pido apelando únicamente a su condición humana. ¿Será posible?

Un tío mío, que no termino la primaria, pero que tiene hecho un doctorado en la calle, con sobresaliente en las materias trabajo y esfuerzo personal, hace poco hizo la siguiente pregunta en relación a nuestros gobernantes: ¿No será que tienen el alma limada?
.
Yo creo que sí.

viernes, 1 de octubre de 2010

El "plus dolor" por la muerte de Romina y algunas preguntas que nos invitan a reflexionar

¿Por qué nos duele la muerte de Romina Yankelevich?
Mejor dicho: ¿Por qué nos duele más de lo normal la muerte de Romina? Nadie se sorprendería si afirmo que todos sabemos que nos vamos a morir. Solo basta pensarlo un segundo y concluiremos que es un hecho del que no podemos escaparnos y que forma parte de nuestra finitud humana. Por supuesto, tengo en claro que la partida de un ser querido es un hecho triste que nadie festeja. Sin embargo, la pregunta sigue vigente: ¿Por qué nos duele más de lo normal?

Supongo, entonces, que la muerte de Romina tiene un plus diferencial al común denominador de las muertes humanas a las que estamos acostumbrados a enfrentar. Este “plus dolor” es su juventud y es el dato que distingue y hace trágica su muerte. Sin dudas, si hubiese tenido, por decir algo, más de 80 años, lo hubiéramos lamentado, pero no al punto de considerarlo una tragedia o un hecho inaceptable, desgarrador.

Pero viéndolo un poquito más de cerca, ¿Por qué nos duele que se haya muerto una persona joven? Supongo, entonces, que la respuesta a este interrogante pasa fundamentalmente por el valor que le damos a la vida dentro de nuestro paradigma cultural. Por un lado, nos duele habernos privado tempranamente del aporte singular que cada persona, en su condición de irrepetible, hace a nuestra vida en sociedad. Desde luego, en este aspecto, la familia es la principal afectada, pero no la única. Por ejemplo: muchos chicos, sin conocerla, quedaron privados de las alegrías que Romina hubiese podido darles gracias al arte que manejaba espléndidamente y la distinguía. Por otro lado, pensando exclusivamente en Romina, también nos duele sencillamente que no haya podido vivir y disfrutar la vida y los años que consideramos normales para nuestros tiempos. La razón fue un hecho lamentable como el que ocurrió y que cualquiera de nosotros hubiese evitado si tuviéramos la posibilidad de hacerlo. ¿O no?

Pero entonces, si aceptamos la existencia de un "plus dolor" en la muerte de una persona joven y además estamos dispuestos a hacer lo que esté a nuestro alcance para evitarlo, pregunto:
¿Cuánto más debería dolernos y deberíamos hacer para evitar este hecho en el caso de un chico que tiene, naturalmente, más años por delante? ¿Y si fuera un bebe?

Finalmente, siguiendo el mismo razonamiento y arribando a un tema más complejo: Sí habláramos del caso de un niño por nacer, que quiere y tiene derecho a vivir y del que no sabemos, todavía, cual será aporte ¿Cambia algo nuestro dolor y nuestro compromiso para evitar su desaparición si estaría a nuestro alcance hacerlo?