viernes, 1 de octubre de 2010

El "plus dolor" por la muerte de Romina y algunas preguntas que nos invitan a reflexionar

¿Por qué nos duele la muerte de Romina Yankelevich?
Mejor dicho: ¿Por qué nos duele más de lo normal la muerte de Romina? Nadie se sorprendería si afirmo que todos sabemos que nos vamos a morir. Solo basta pensarlo un segundo y concluiremos que es un hecho del que no podemos escaparnos y que forma parte de nuestra finitud humana. Por supuesto, tengo en claro que la partida de un ser querido es un hecho triste que nadie festeja. Sin embargo, la pregunta sigue vigente: ¿Por qué nos duele más de lo normal?

Supongo, entonces, que la muerte de Romina tiene un plus diferencial al común denominador de las muertes humanas a las que estamos acostumbrados a enfrentar. Este “plus dolor” es su juventud y es el dato que distingue y hace trágica su muerte. Sin dudas, si hubiese tenido, por decir algo, más de 80 años, lo hubiéramos lamentado, pero no al punto de considerarlo una tragedia o un hecho inaceptable, desgarrador.

Pero viéndolo un poquito más de cerca, ¿Por qué nos duele que se haya muerto una persona joven? Supongo, entonces, que la respuesta a este interrogante pasa fundamentalmente por el valor que le damos a la vida dentro de nuestro paradigma cultural. Por un lado, nos duele habernos privado tempranamente del aporte singular que cada persona, en su condición de irrepetible, hace a nuestra vida en sociedad. Desde luego, en este aspecto, la familia es la principal afectada, pero no la única. Por ejemplo: muchos chicos, sin conocerla, quedaron privados de las alegrías que Romina hubiese podido darles gracias al arte que manejaba espléndidamente y la distinguía. Por otro lado, pensando exclusivamente en Romina, también nos duele sencillamente que no haya podido vivir y disfrutar la vida y los años que consideramos normales para nuestros tiempos. La razón fue un hecho lamentable como el que ocurrió y que cualquiera de nosotros hubiese evitado si tuviéramos la posibilidad de hacerlo. ¿O no?

Pero entonces, si aceptamos la existencia de un "plus dolor" en la muerte de una persona joven y además estamos dispuestos a hacer lo que esté a nuestro alcance para evitarlo, pregunto:
¿Cuánto más debería dolernos y deberíamos hacer para evitar este hecho en el caso de un chico que tiene, naturalmente, más años por delante? ¿Y si fuera un bebe?

Finalmente, siguiendo el mismo razonamiento y arribando a un tema más complejo: Sí habláramos del caso de un niño por nacer, que quiere y tiene derecho a vivir y del que no sabemos, todavía, cual será aporte ¿Cambia algo nuestro dolor y nuestro compromiso para evitar su desaparición si estaría a nuestro alcance hacerlo?

1 comentario:

  1. Patricia Da conceicao Cardoso1 de octubre de 2010, 10:51

    Con respecto a la pregunta que haces al final de la nota, creo que no cambia el dolor ni el compromiso para evitar que desaparezca un niño que esta por nacer.
    Tan solo hace falta imaginarse el potencial de esa criatura que está gestándose, alguien indefenso y por que no, tal vez, pueda llegar a ser quien en un futuro tenga nuestra vida en sus manos.
    Lamentablemente, estamos acostumbrados a que lo que no se ve, no existe, somos una sociedad de eternos negadores, es mas fácil negar a aceptar que las cosas existen aunque escapen a nuestra voluntad y de esa forma nos exime de la culpa de no tomar decisiones.

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