miércoles, 29 de diciembre de 2010

Feliz año, amigos

Termina el año 2010. Buen momento para hacer un balance reflexivo, tomarnos un momento para pensar y reflexionar sobre aquellas cosas que hicimos bien y aquellas que no. Por un instante, podemos intentar analizar objetivamente nuestros aciertos y nuestros errores. En el caso de los aciertos, para seguir mejorando y logrando muchos más. En el caso de los errores, para intentar corregirlos y comprometernos a no volver a repetirlos. El objetivo siempre es uno: Ser felices sin hacer infeliz a nadie. ¿Se podrá? Hay que intentarlo. Kantianamente diría que la voluntad de hacerlo es lo importante. Lo demás, ya no depende tanto de nosotros.

También es buen momento para pedir por quienes más sufren o están postergados. Que encuentren soluciones para su vida y puedan encaminarla. Creo que un gran salto de calidad (humana) en nuestras vidas resulta cuando nos reconocemos más preocupados y comprometidos por lo que sucede a nuestro alrededor. Ningún gran árbol crece y se desarrolla solo. Si tenemos la dicha de crecer, hagámoslo juntos a quienes nos rodean y ayudemos a construir un gran jardín.

Por último les cuento que en lo personal fue un gran año, fundamentalmente porque conocí y me vinculé con nuevos amigos. Estaban en La Matanza, más precisamente en Laferrere, “a la vuelta de la esquina” y por esas cosas de la vida nos encontramos y empezamos a recorrer uno camino juntos. Personas muy valiosas, muy dignas, muy honestas, muy valientes, con los que compartimos los mismos sueños y objetivos: Una Matanza y un país distintos, que cuenten con mayores niveles de justicia, prosperidad, transparencia, felicidad y unidad. Libres, prósperos y en paz.

Deseo profundamente que el año próximo puedan comenzar a hacerse realidad estas palabras.

Feliz año, amigos.

jueves, 23 de diciembre de 2010

La Navidad, un regalo que no hace distinciones


La foto la saqué a principios de esta semana, cuando pasaba por debajo de uno de los puentes de la autopista 25 de Mayo en la Capital Federal. Lo que parece ser una montaña de cosas apiladas, resultar ser, sencillamente, la casita donde viven al menos 5 niños menores de 10 años y dos adultos mayores. Admito que la cámara de mi celular no resulta ser muy buena, sin embargo, puede distinguirse en la foto un hermoso árbol de navidad. El mismo, prolijamente armado y lleno de adornos, tenía en su base 4 o 5 ositos que seguramente corresponderían a cada uno de los niñitos que pude distinguir a mi paso. Estaban “en patas”, sucios, desarreglados, flaquitos, pero aún así, mantenían en su cara esa sonrisa típica de esos años de inocencia absoluta.

Mientras caminaba, intentaba reflexionar sobre lo que veía. Pensaba muchas cosas, pero fundamentalmente me encontraba atraído por ese contrasté que significaba el bello y cuidado árbol de navidad y el patético e inaceptable espectáculo de pobreza que se levantaba alrededor. Al mismo tiempo y en un mismo espacio, veía representada la esperanza y la desesperanza juntas. Pensé que esos chiquitos tendrán su vida condicionada, muchísimo más que otros, que por azar, han nacido en hogares con mejores posibilidades. Pensé, entonces, en que muchas veces la vida se presenta injusta. Intenté, también, encontrarle sentido a ese arbolito de navidad, tan reluciente y lleno de esperanzas como cualquier otro. ¿Qué hizo que esa familia, sin "nada", tenga "todo" en ese árbol de Navidad?

La respuesta que encontré pasa por aceptar que hay dos navidades. Una, la artificial, la superficial, la insustancial, donde solo estamos preocupados en que comprar y en que regalar al otro. En ese tipo de Navidad, al llegar la medianoche, esos niños, al igual que muchos otros, no participarán. Para ellos, sencillamente, no existirá. En el otro tipo, en cambio, participarán plenamente. Me refiero a la verdadera Navidad, la profunda, la espiritual, aquella que da verdadero sentido a esa noche, donde Dios, hecho hombre, se nos regala a todos por igual. Es un regalo distinto, de otra dimensión, que llena todos los arbolitos, que no puede compararse con nada material, que no hace diferencias y solo busca corazones bien dispuestos. Corazones como el de esos chicos, que al menos por un segundo, a la medianoche, serán igual de felices que el resto de los niños.

Cuando ya me alejaba de la escena, mi lado racional se preguntó ¿No será solo una cuestión de FE? Mi respuesta racional fue: puede ser. De todas formas, poco importa. En definitiva ¿Cuántas cosas importantes en nuestras vidas son cuestiones de FE?

¡Feliz Navidad! ¡Si pueden, regalen mucho, pero al mismo tiempo, abran sus corazones!

viernes, 17 de diciembre de 2010

Matanceros: No debemos resignarnos.

Desde hace muchos años, los matanceros de bien parecen resignados. Recurrentemente, años tras años, y en diversos aspectos de nuestra vida en sociedad, nos hemos ido acostumbrando a una calidad de vida degradada. De la esperanza y pujanza de aquellos primeros pobladores que añoraban y hacían posible el progreso de las distintas ciudades del distrito, hemos pasado a un estado de involución total, donde el “sálvese quien pueda” pareciera ser la regla que nos rige.


Sin ir más lejos, los principales indicadores sociales están en rojo. Rojísimo, a decir verdad. Salud, Educación, Seguridad y Vivienda, alcanzan hoy en La Matanza niveles vergonzantes e inaceptables. Los ejemplos son infinitos, pero hay uno emblemático: en Gregorio de Laferrere han vaciado irresponsablemente el histórico hospital Materno Infantil Teresa Germani. Como resultado, miles y miles de madres, con sus niños a cuestas, han quedado a “la buena de Dios”. Con entrañable paciencia, siguen esperando que se construya el nuevo hospital prometido para este año en pomposo acto oficial y del que todavía no han levantado una sola columna. Mientras tanto, algunos, alegremente, repiten: ¡Matanza avanza! ¿Avanza?

Podríamos empezar por preguntarnos: ¿Qué nos paso? ¿Qué nos paso para bajar tanto nuestras expectativas y conformarnos con un “poco de cemento”? Algunos ciudadanos, bien intencionados, hablan de los niveles de obra pública y de las calles que se asfaltan. Eso solo, para ellos, vale el voto y la ciega entrega al “modelo”. Sin embargo, no alcanzan a ver que mientras se levantan algunos “edificios de cemento”, se vacían, al mismo tiempo, los “edificios institucionales, culturales y educacionales” de los matanceros. Esta es la clave para entender nuestra involución social, ya que el verdadero progreso de una población pasa por afianzar y desarrollar estos últimos edificios y no tanto el primero. ¿Pruebas? Basta con asomarse y ver que hay detrás de tanto cemento.


¿Quiénes son los responsables de esta degradación social? En términos generales, podríamos decir que todos somos responsables. Lo somos por depositar nuestra confianza en un sistema de poder que fracasa sistemáticamente desde hace más de 27 años y que seguirá haciéndolo, si insistimos en él. Desde luego, por otro lado, están los ejecutores y máximos responsables de esta situación. Son aquellos dirigentes y punteros que, inescrupulosamente, han montado un sistema clientelístico de poder, un sistema basado en la mentira y la corrupción, capaz de someter y condicionar el futuro de cientos de miles de individuos a lo largo de incontables generaciones.

Finaliza 2010, tiempo de balance y de mirar para adelante. ¿Podemos ser optimistas? Desde luego que sí. No nos resignemos, no les demos el gusto. Solo depende de nosotros y del camino que elijamos. Veamos el caso de la cooperativa “La Juanita”, enclavada en una zona muy pobre de Laferrere. En lo peor de 2001, sus integrantes, carentes de todo bienestar material, resistieron el embate de un Estado que no les preguntó que sabían hacer, sino cuánto valían sus votos. Con una dignidad a prueba de balas, no se resignaron a ser objetos y les dijeron un firme y categórico NO a los plantes clientelares. Hoy, progresan en libertad, apostando al trabajo, a la educación, a crecer con el otro. Exportan guardapolvos, acaban de vender 10 mil pan dulces y están por construir una escuela primaría. Son una luz al final del túnel. Ellos demostraron que se puede. Tomemos su ejemplo y contagiémoslo a todos los rincones de La Matanza.

sábado, 11 de diciembre de 2010

El Estado “lavamani”

Con los hechos ocurridos en estos días en el parque Indoamericano, donde cientos de seres humanos, entre los que se encontraban muchos niños, se enfrentaron a palos y a tiros para disputarse un territorio público, los argentinos hemos realizado una nueva y original contribución a la Ciencia Política moderna. Dicha contribución consiste en sumar una nueva categoría a las ya existentes para referirnos a las atribuciones y roles que constituyen un Estado y que por ende terminan por definirlo. El hallazgo, por el que Cristina y Mauricio quizás reciban el premio Nobel, se denomina: Estado “lavamani”. La característica diferencial de este tipo de Estado es que a pesar de que sus responsables disfrutan de todas las ventajas que otorga su investidura (vastos honores y otras cuestiones de índole pecuniaria) termina por no hacerse cargo de situaciones conflictivas que inevitablemente suponen su intervención y para las cuales está preparado y destina cuantiosos recursos económicos. A diferencia del Estado ausente, el Estado “lavamani” goza de la posibilidad operativa y civilizada para resolver situaciones dramáticas como las vividas en estos días, y evitar, por ejemplo, la pérdida de vidas humanas. Sin embargo, al igual que Pilatos, termina por “lavarse las manos”, traicionando a su pueblo a la vez que utiliza la mentira y el engaño para justificar su no intervención.

El resultado final es que este tipo de Estado termina siendo sumamente perjudicial para la ciudadanía bienintencionada, ya que no solo debe mantener con el producto de su esfuerzo a un conjunto de funcionarios improductivos, sino que también, dicha improductividad termina por afectar los ansiados deseos compartidos de progresar y convivir en paz con el resto de sus hermanos.

jueves, 2 de diciembre de 2010

¡Vivan las TICs!


En estos días, el mundo y particularmente la Argentina, se vieron conmocionados por revelaciones que salieron a la luz al publicarse conversaciones o información “secreta” cuyo medio de transmisión fueron las TICs (tecnologías de la información y comunicación modernas). Por un lado, se conocieron las opiniones subjetivas de los embajadores de la principal potencia del mundo en relación a los diferentes líderes y gobernantes del resto de los Estados nacionales. Paralelamente, en nuestro país, salieron a la luz miles y miles de mails que han puesto en evidencia irrefutable la inmensa red de corrupción montada por el gobierno “progresista y revolucionario K”, cuyo principal protagonista, pero no el único, es Ricardo Jaime, conocido también como la nueva María Julia del gobierno o, más jocosamente, como “Aloe Vera”, ya que cada día que pasa se le descubre una propiedad nueva.

Gracias a lo sucedido, los funcionarios de Estado, que no son más que meros representantes de la ciudadanía y por lo tanto, tienen la obligación de manejar los asuntos de Estado con la mayor transparencia posible frente a la sociedad que los eligió, han visto en las TICs un nuevo enemigo para los acuerdos y manejos entre las sombras.

Sin embargo, lo interesante de todo esto, es que a pesar del peligro que acarrea para los gobernantes o dirigentes poco honestos o autoritarios saberse más controlados, necesitan de las TICs para sobrevivir y no caerse del mapa. En un mundo globalizado, donde los segundos cuentan y la multiplicidad de oportunidades no reconoce limites ni fronteras, el uso de las nuevas tecnologías resulta ser fundamental e indispensable para hacer frente competitivamente a las diversas exigencias que puedan presentarse.

Mientras tantos, los ciudadanos del mundo, aquellos que asumen su rol y condición de Soberano y por lo tanto, no renuncian a su derecho indelegable a conocer y discernir democráticamente sobre todo lo que sucede en la faz pública de la que forman parte, celebran y rinden pleitesía a estos vientos de transparencia que vienen de la mano visible de las nuevas tecnologías de la información.