El 2001 representó el derrumbe del sistema de
partidos en su plano funcional. Esto es, habiendo quedado sólo en pie el
Partido Justicialista, lo que perdió la democracia argentina es la capacidad de
alternancia en el poder de fuerzas que compiten entre si bajo las reglas de una
República. El PJ quedó a salvo de este derrumbe, a pesar de haber sido uno de
los actores principales que lo provocó. Pudo hacerlo porque, según se creía,
garantizaba la gobernabilidad. Es decir, frente al abismo del 2001, los argentinos
se comportaron como tan magistralmente lo expuso Hobbes en su gran obra El
Leviatán. En un clima de anarquía, entregaron todas sus virtudes cívicas a
aquel que les asegurase lo elemental: seguridad. Frente a esto, cuestiones tan
extrañas para el PJ como ser el merito, la decencia o la eficiencia en la
administración pública resultaron secundarias. Fue así, entonces, como el
aparato del PJ, con el miedo como su principal socio, logró sobrevivir al
derrumbe.
Ahora bien, a más de 10 de años
de aquel suceso histórico, la capacidad del PJ para garantizar la gobernabilidad,
es decir, la paz social, resulta un mito. Repasando la realidad nacional
llegamos a la conclusión de que nadie, salvo los poderosos que viven con
custodia permanente, vive tranquilo. El espacio público fue ganado por los
violentos, las Instituciones de la República , empezando por
el poder ejecutivo, están cooptadas por corruptos, mafiosos y mediocres y los
ciudadanos de bien, que aspiran a un país desarrollado, viven con miedo y resignación frente a la creciente
falta de libertades y soluciones a sus problemas concretos.
Ahora bien, al quedar el PJ en el centro de la
escena política solitariamente y acumulando años en el poder, cada vez más
capas de la población caen en la cuenta de que las crecientes deficiencias en
la calidad de vida es responsabilidad del único partido político en pie, el cual,
por diversas razones, considera apto para gobernar. En otras palabras, lo que
estoy diciendo es que al PJ, a pesar de su extraordinario poder de mutación,
se le hará cada vez más difícil transferir su responsabilidad. El relato
engañoso que a modo de droga ofrece el PJ para aquellos que eligen evadir la realidad
(porque les duele) podrá durar un tiempo, pero nunca será eterno.
Puesta así las cosas, una hipótesis con alta
probabilidad es aquella que afirma que resulta cuestión de tiempo para que el
sistema de partidos tradicional argentino se derrumbe definitivamente en su
plano estructural. El proceso de caída del PJ podrá asimilarse a la caída de la Democracia Cristiana
en Italia en la década del 90, conocido como “Tangentopoli”(ciudad de los
sobornos). Será ese el momento histórico para la reconstrucción nacional. Aceptado
por la inmensa mayoría de argentinos el sistema democrático de gobierno, quedará
como tarea para las fuerzas sociales la construcción de un orden republicano,
basado en un sistema de partidos políticos verdaderamente representativo de las
demandas ciudadanas. Sin embargo, debe advertirse que no necesariamente dicho
proceso resultará en un orden superador ansiado por una abrumadora mayoría de
argentinos. Retomando el caso de Italia, el proceso que condujo al derrumbe de
los partidos dio a luz al partido “Fuerza Italia” que condujo a Berlusconi al
poder. Es decir, los italianos perdieron una gran oportunidad de cambio al
tiempo que profundizaron su involución.
Es muy probable que la oligarquía del PJ haya
advertido esta cuestión, y de ahí que se observe un creciente autoritarismo y
despliegue virulento que llama la atención a más de uno. Ocurre que el PJ, al
no poder descargar su responsabilidad, buscará demoler la voluntad de cambio
del ciudadano libre para evitar que lo arroje del poder.
Quedará entonces por ver como se suceden los
hechos en nuestro país. Aprendiendo de lo ocurrido en Italia y de cumplirse la
hipótesis arriba enunciada, los argentinos
estaríamos frente a la posibilidad
de dar un enorme salto cultural. Habrá que preparase para ello.