¿Estaremos los argentinos condenados a la involución permanente? A la luz de los acontecimientos de las últimas décadas, y a pesar de algún que otro parcial avance en el plano material, el balance general nos da una respuesta afirmativa a dicho interrogante. Pareciera ser, así, que nuestra sociedad no escapa a los designios de aquella ley inspirada hace aproximadamente 700 años a. C. por el poeta Hesíodo y enunciada por primera vez por el filósofo Heráclito de Éfeso cerca del
Kuhn y los cambios de paradigma
Quien
seguramente podrá echar luz sobre los cambios de paradigma es Thomas Kuhn, a
partir de su reconocido libro “La estructura de
las revoluciones científicas”. En dicha obra, el filósofo explica como los
científicos son educados en las universidades bajo ciertas “verdades”, las
cuales van ganado consenso con el paso del tiempo y se tornan incuestionables,
constituyendo un paradigma dominante. La particularidad de este tipo de
paradigma es que le dicen a la comunidad científica como deben interpretarse y
entenderse los acontecimientos, y quien intente aportar una mirada diferente,
aunque acertada, será tratado con intolerancia, tildado de loco y apartado de
la comunidad. Kuhn enseña que en determinado
momento el paradigma dominante es desafiado por otro paradigma rival que pone
en evidencia sus inconsistencias y anomalías. Cuando esto sucede, el paradigma
dominante se vuelve incapaz de dar respuestas a la comunidad científica y los
científicos comienzan a perder confianza “en sus verdades”. Esta
situación lleva a una crisis revolucionaria que trae aparejado el reemplazo del
paradigma dominante por otro. El ejemplo tradicional en este sentido es el de
reconocido científico Galileo Galilei, quien en el siglo XVI fuera
perseguido y encarcelado por sostener que la tierra se movía, desafiando al
paradigma dominante del astrónomo Ptolomeo.
Las “verdades” argentinas
La
sociedad argentina comparte con la comunidad científica la siguiente
característica: es adoctrinada bajo ciertas “verdades”. De ahí que nuestro
paradigma dominante nos dice que la corrupción, la negación de la realidad, la
avivada en lugar del esfuerzo, las muertes evitables y el uso de los pobres son
cuestiones “normales”. Por lo tanto, quien ose desafiar estas verdades será
tildado de loco, perseguido y apartado. Carrió propuso un paradigma desafiante
a su comunidad, quiso romper el designio de la ley general de la decadencia,
les dijo a los argentinos que pongan en el centro de sus concepciones otros
valores y principios, y tal como ocurrió con Galileo, fue rechazada. Sucedió
que los argentinos, bajo los influjos cada vez más intensos del paradigma
dominante, consideraron una locura pensar en un país regido por la decencia, la
justicia, la dignidad y en permanente búsqueda de la verdad. Echando mano a innumerables
hipótesis “ad hoc”, terminaron convenciéndose de que la única salida es más de
lo mismo. Esta lógica explica, mejor que cualquier otra, el 1,8 % de los votos
de la última elección presidencial, en la cual se enfrentaron claramente dos
concepciones rivales. Por un lado, el paradigma dominante, populista y
autoritario, encarnado en el Kirchnerismo, actual mutación del Peronismo Post Perón. Por el otro, el paradigma desafiante,
republicano y emancipador, representado en la opción de Elisa Carrió.
Resistencia y
Evolución.
Dijo Steve Jobs: “Las personas que se creen locas por pensar que
pueden cambiar el mundo, son las que lo hacen“. Platón parece coincidir con este pensamiento, ya
que creía
que la ley general de la decadencia podía revertirse gracias al influjo
de un legislador con excepcional voluntad moral (K. Popper).
Jesús, Sócrates, Da
Vinci, Gandhi, Maria Teresa, Mandela, Luther King, Newton, Einstein, San
Martín, cambiaron el mundo y comparten, entre ellos, al menos dos
características: resistieron y desafiaron al paradigma dominante de su época y
no se corrompieron. Es decir, no entregaron la causa en la que creían.
Fueron la persistencia y
resistencia de Galileo y unos pocos, las que hicieron que en algún momento la
comunidad científica aceptará que la tierra “se movía”, algo que había negado
por siglos a pesar de las evidencias. Fueron la persistencia y resistencia de “Toty”
Flores y unos pocos, las que derrotaron al clientelismo político en La Matanza , a pesar de que lo
“normal” es que el Estado obligué a los más necesitados a entregar su libertad
a cambio del voto y unos pocos pesos para sobrevivir.
En todo tiempo y lugar, siempre fue necesaria la resistencia como paso
previo a los grandes cambios culturales. El 1,8% de Carrió ubican su lucha en
esta trascendental situación. Aunque parezca paradójico, dicho porcentaje
acerca más a los argentinos al “país de Carrió” que con guarismo mucho
más altos. Igualmente, como contrapartida, existe el riesgo de que el paradigma
dominante alcance su objetivo totalitario y logre arrasar con el testimonio
republicano y emancipador, a la vez que consagre la involución cultural. Algo
parecido a lo que hubiese ocurrido si mataban a Galileo y sus seguidores, a la
vez que encendido fuego todos sus estudios y los de Copernico.
Por lo tanto, la resistencia tiene como objetivo
mantener vivos los valores y principios que el paradigma dominante nacional
kirchnerista, en su concepción autoritaria, pretende desterrar. Paralelamente,
y siguiendo a Kuhn, buscará debilitar sostenidamente al paradigma dominante
marcando sus inconsistencias, aún cuando la mayoría de las personas “no las
vea”. Por último, conlleva la obligación de preparase para el momento en
que el “universo conspire” según Pablo Coelho, el “punto decisivo cósmico” según Platón, “el
rayo que ilumina” en palabras de Thomas Kuhn o “el milagro” para los
creyentes, permita ver a los argentinos el camino seguro que les ofrece el
paradigma desafiante, decidiéndose a dar el salto cultural que pondrá
definitivamente a nuestro país en la senda de la felicidad y el progreso; esta
vez, de verdad, “para todos”.
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