Suele ser habitual encontrarse con este tipo de afirmaciones en la ciudadanía argentina: “los políticos son todos ladrones”. Lo cual no es cierto, además de ser injusto y esconder una trampa a la que me referiré luego. Conozco muchos casos de políticos honestos.
Un ejemplo: hoy estuve junto a Elsa Quiroz,
quien fuera diputada nacional por la Coalición Cívica
y candidata a vice gobernadora de la Provincia de Buenos Aires en la última elección. La
“Tata”, quien es ejemplo de militancia, es una política Argentina honesta. Durante
su mandato se dedicó a honrar su cargo, en lugar de enriquecerse como sucede en
general. Viaja frecuentemente en el inhumano tren Sarmiento (gestionado y
controlado por ladrones), al igual que cuando era diputada nacional e iba al
Congreso Nacional. Está peleando para jubilarse como docente, dado que es
maestra y, al finalizar su mandato, quedó sin ingresos. Como sucede con muchos
argentinos, por cuestiones de índole burocrático, aún no le asignaron su derecho y por lo tanto,
hace malabares para llegar a fin de mes.
Considero importante destacar vehementemente que
en la Argentina
hay políticos honestos, dado que el progreso de nuestro país vendrá sólo cuando
el poder político esté en manos de personas decentes. Además, porque el
hecho de afirmar que “son todos ladrones” esconde la trampa de la auto
justificación por votar ladrones. Es decir, se habilita el siguiente razonamiento: “como
son todos ladrones, entonces voy al cuarto oscuro y no me queda otra que votar
a un ladrón” (por ejemplo a la familia Kirchner). Dicha afirmación es falsa. En
el cuarto oscuro hay muchos ladrones, pero también muchas personas decentes. Por
lo tanto, el ciudadano que vota a un ladrón, debe hacerse cargo de su elección,
de su complicidad indirecta y de las consecuencias que tiene dicha elección para
el futuro de nuestro país y de sus hijos.