Por Lucas Arzamendia. Contador Público Nacional. lucasarza@yahoo.com.ar
Evasión fiscal, corrupción y la crisis del paradigma dominante.
En este artículo trataré de señalar cómo las últimas medidas adoptadas por la
AFIP respecto al cepo cambiario vienen a desnudar a la evasión fiscal como una
parte importante del paradigma dominante y cómo estos últimos cambio ponen en
crisis dicho paradigma.
Para el desarrollo de este artículo, observaremos a la sociedad argentina a partir de la dialéctica planteada por Kuhn de paradigma dominante y paradigma alternativo trasladado al análisis social. Según Kuhn, «Un paradigma es lo que los miembros de una comunidad científica, y sólo ellos, comparten». Trasladando esta definición al ámbito social, podríamos afirmar que el paradigma dominante esta dado por lo que los miembros de una comunidad comparten como basamento para el desarrollo de su vida en sociedad.
En la sociedad argentina, el paradigma dominante tiene como
columna vertebral a la corrupción, tanto en el ámbito público como en el ámbito
privado, y dentro de ella se inserta la evasión fiscal aplicando la matriz de
corrupción a la relación fisco-contribuyente. Hasta el momento el paradigma se
desarrollaba con un pacto social silencioso y por todos aceptados que implicaba
un nivel de evasión fiscal que el fisco iba a tolerar, y en base a ello se
desarrolló un sistema impositivo con alícuotas altísimas, un sinnúmero de
impuestos y una gran maraña de leyes que alcanzaban para cubrir esa cuota que el
contribuyente había acordado con el fisco que le otorgaría para la satisfacción
de las necesidades públicas.
Kuhn señala que hay anomalías en todos los
paradigmas, y que se descartan como
niveles de error aceptables, o simplemente se ignoran y no se les tiene en
cuenta. En la Argentina son fáciles de detectar. Ante el paradigma actual hay
niveles de pobreza aceptables, niveles de corrupción pública y privada
aceptables, niveles de analfabetismo aceptables, y así podríamos seguir
enumerando. Externalidades del sistema. Anomalías que se aceptan o ignoran para
mantener el status quo.
¿Pero que sucede cuando el Estado rompe el pacto silencioso
de impunidad y por distintas razones – en este caso la necesidad de detener la
fuga de dólares- avanza por sobre el contribuyente más allá de lo acordado
dentro del paradigma?
A partir de la batería de resoluciones generales de la AFIP
que han ido restringiendo poco a poco la disponibilidad de dólares, y que ha
resultado en una automática restricción al movimiento internacional de los
argentinos, la pata fiscal del paradigma de corrupción ha empezado a crujir. El
ciudadano tenía garantizado un nivel de tributación, lo cual luego tenía como
consecuencia indirectas un cierto grado de libertad de movimiento, de compra
internacional y de ahorro en dólares, por lo menos para ciertos sectores
sociales. Hoy ese acuerdo está roto y el paradigma cruje. El propio
gobierno que, como actor central, aceptaba y practicaba la evasión fiscal
estructural del sistema viene ahora, con la ley en la mano, a pretender su total
aplicación, por lo menos en cuanto a fuga de dólares se refiere. El
contribuyente queda atrapado. Atrapado por la propia estructura legal que no lo
ampara en una situación en la que el fisco va por todo. Atrapado físicamente ya
que no puede viajar libremente con el fruto de su trabajo. Atrapado
productivamente, ya que no puede realizar inversiones que requieran recursos
globales. Atrapado por un organismo del estado al servicio del poder para
perseguir a aquél que diga algo en contra de la política oficial. Finalmente, y
afectando sobretodo a quienes se encuentran en los escalones más bajos de la
sociedad y que procuran avanzar, atrapado en la realidad de no soñar, en la
realidad que sólo te habilita pesos cuyo valor se escapa de las manos como
granos de arena y que no permite soñar un futuro basado en el ahorro, un futuro
de progreso social.
Las reglas han cambiado unilateralmente. Se exige mayor
tributación y se obtiene menor libertad. Estas anomalías del paradigma son
señaladas y el cuestionamiento al paradigma dominante se hace presente.
Todo esto deriva en una segunda y última pregunta ¿Estamos
dispuestos a un cambio de paradigma que no tenga a la corrupción como columna
vertebral? Hoy se cuestiona al gobierno con sus medidas, pero el cambio de
paradigma nos involucraría a todos. La evasión fiscal que permite el actual
modelo no es trasladable un paradigma alternativo donde la ley sea el eje
fundamental que regule las relaciones sociales y que se aplique a todos por
igual. ¿Daremos el paso de cambio de paradigma o nos adaptaremos a la nueva
situación del paradigma dominante?¿Estamos dispuestos a un nuevo contrato
moral?
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