El miércoles pasado, en el
aniversario por los 10 años del
Instituto Hannah Arendt, en un emotivo y enérgico discurso, Elisa Carrió hizo
mención a la responsabilidad de las clases medias argentinas. Dijo, textualmente:
“Las clases medias deben ponerse de pie. Las clases medias deben ayudar
a las clases bajas a ponerse de pie.”
Interpreto que dicho llamado
implica una doble responsabilidad frente a la realidad social que vivimos, al
tiempo que también resulta un llamado de atención a esa amplia franja de la
población activa y pujante, orgullo de nuestra nación.
Primeramente, es una apelación a
la dignidad propia de un sector social que muchas veces se dejó tentar por los beneficios
y cantos de sirena del gobernante corrupto de turno. Las causas de este tipo de elección son
variadas y no podemos analizarlas en este breve escrito. Sin embargo, es
importante subrayar que la conducta que lleva a vastos sectores de la clase
media a apoyar a gobiernos corrompidos (PJ o sus variantes menores) pone en
riesgo su misma posición social. Esto es así, dado que la praxis política del
PJ es antirepublicana y autoritaria, lo cual involucrará, tarde o temprano, la
cooptación de lo más valioso que tienen las clases medias: su libertad frente
al poder clientelar.
Que las clases medias deban
ponerse de pie, implica, según mi entendimiento, defender con convicción esa
libertad sustancial, dejando de lado la aceptación cultural del “roban pero
hacen” y que tiene su correlato en el cuarto oscuro. Ya que esa relajación moral conducirá
irremediablemente al descenso social de las clases medias a las clases bajas,
que es el objetivo del PJ y que ya puede visualizarse nítidamente en varias
provincias y municipios de nuestro país: mantener en el poder a una casta de
dirigentes enriquecidos e impresentables a partir de un pueblo empobrecido, dominado
por el clientelismo político.
Por otro lado, Carrió también mencionó
que “deben ayudar a las clases bajas a ponerse de pie”. Aquí estamos frente a
un imperativo moral que se traduce en ayudar
a los hermanos en estado de pobreza a liberarse del poder político opresor, que
los somete a partir del clientelismo político. No significa que los pobres sean
más o menos dignos que los que pertenecen a las clases medias. Nada tiene que
ver con la condición o esencia humana, que no conoce de distinciones sociales.
Es sencillamente una apelación a la responsabilidad social de ese amplio sector
de la población argentina que dispone de las mayores herramientas y libertades
para tomar decisiones conducentes al progreso de todos los argentinos de bien,
sean pobres, de clase media o ricos.
Esto es así, ya que lo inmoral y
perjudicial para nuestro país no es votar a un corrupto, sabiendo que existe el
riesgo de perder el plato de comida de los hijos (como explícitamente lo hacen
saber en los barrios pobres los punteros del PJ antes de cada elección). Esa
situación es entendible, y muestra el poder y perversidad del clientelismo
político y sus ejecutores. Sin embargo, no es esta la situación de las clases
medias, quienes aún mantienen la libertad de votar a conciencia (con todo lo
que esto significa), independiente del plato de comida del día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario